martes, 12 de abril de 2011

Un siniestro disidente, revelaciones y conspiraciones XIV: Oscuridad de la casa y candil de la calle

por Richard Roselló

Periodista Independiente

 

12 de abril de 2011

 

 

Algo que fue erosionando la credibilidad en Elizardo Sánchez Santa Cruz, es la inoperancia de responder a las quejas y necesidades de sus “protegidos” presos políticos. Esas desatenciones en medio de engañosas garantías prometiendo ayudas y atenciones, son el denominador de una falso “líder” y una mal denominada Comisión de Derechos Humanos.

 

Sánchez en la mayor de las veces, salía con las suyas. Las quejas en otras resultaba un bumerán. Constantes llamadas telefónicas de presos desde el interior de las prisiones, no dejaban de descubrir su descontento. Como intermediario, me vi y no pocas veces, obligado a interceder en sus litigios y desatenciones.

 

Los reclusos en sus múltiples reclamaciones, señalaban que Sánchez, no publicaba o evadía las denuncias cometidas en las prisiones contra ellos. Las medicinas que ellos solicitaban no las recibían, así mismo, no recargaba las tarjetas propias de teléfono para su comunicación.

 

También ocultaba los suicidios, violencia y torturas cometidas contra los reclusos comunes en las prisiones cubanas. Preguntado por un periodista acerca de esas declaraciones que afloraban por otras fuentes, Santa Cruz Pacheco respondía con aquello de que: “no eran de interés político”. Sánchez Santa Cruz en verdad, estaba encubriendo los verdaderos crímenes ocurridos entre la población carcelaria de la isla. Pero claro que Pacheco no hablaba de ello con la prensa, y en ello radicaba el problema. Una evasión incorrecta asumía el portavoz para vetar que similares preguntas volvieran a repetirse. A través de mi, les hacía llegar ese mensaje a los presos. Pero mis dudas fueron cada vez mayores al preguntarme ¿qué tipo de derechos humanos estábamos defendiendo?

Otra prueba de su acomodamiento asumida por el gran cacique, es hacer esperar a los demás. Familiares de presos, disidentes y periodistas independientes, demoraban horas en ser recibidos en su Comisión para un encuentro de pocos minutos. Allí comprendí que el retraso intencional era cosa de la jerarquía y la demagogia. Hora después, Sánchez salía  a su encuentro bajo el argumento de estar ocupado en una entrevista telefónica.

 

Pura mentira.

 

Aquellas desatenciones llegaron también a mí, y con el tiempo, me fui convirtiendo en un ciudadano de segunda, tercera…

Primero fue apartar a Marcelo López, y a éste que escribe, del acceso a Internet en embajadas. Durante más de un año le enseñé como operar un ordenador. Pero cuando dejé de hacerle útil, me apartó deliberadamente. Sánchez que es un líder cómodo, prefirió cambiarme por un auto que lo recogiera en su residencia y llevase a la puerta de la sede diplomática. A cambio de sus servicios, transfería mi turno a su chofer, luego ascendido, como asesor de la organización pero sin salario.

Pero Sánchez tiene magia para salir de los atolladeros. Una enfática declaración demagógica justificaría mi ausencia por aquello de que: solo dejaban entrar dos personas al Internet. Todo estaba tan claro como el agua de Ventó.

 

Más tarde cambió su táctica. Se deshizo del chofer por la debutante concubina quien mataba su tiempo en enviar correos a familias y amistades. Y aun lo hace. En cambio, mi trabajo de investigación periodística quedó distanciado hasta el día en que fui expulsado. La única oportunidad para hacer búsqueda en Internet a través de soportes digitales, Sánchez me la había mutilado.

 

Pero su sentido de racionalidad fue lejos. Me eliminó de accesos a embajadas, recepciones, y aunque le pedí en ocasiones, abriera sus contactos con otras organizaciones de prensa para publicar mis trabajos y obtener una ganancia extra, ni lo intentó.

 

Una desilusión me invadió cuando tuve que depender de éste para el Internet. Confiando en él, me vi obligado a enviar los artículos con Sánchez aprovechando sus turnos. Mayor fue el fiasco cuando comprobé que nunca los enviaba. Estaba utilizando la misma receta de aquel dinosaurio y agente de Castro, llamado Manuel David Orrio.

 

Una supuesta comida enlatada enviada para la Comisión, era para él y su esposa. Planes, regalos y visitas, eran para él y su esposa. Entonces fui dejando correr el tiempo. Continué con mis deberes, cada vez mayores. Y más responsabilidades suyas me las atribuía, dejándome sin el tiempo para escribir mis artículos, que redactaba los fines de semana.

 

Sánchez se despojó de un gran peso a cambio de ganar el tiempo libre. Me atribuye por obligación, la confección de los listados de incidencias (en la oposición) y actualizarlos diariamente llamando a las provincias cubanas. Aunque era un trabajo desgastador, hasta ahí no coincidí con él. Privarme de mi horario de Internet por hacer búsquedas de incidencias en las páginas era más que un abuso de poder.

 

Para que conozcan en tamaño su desatino, toda mi documentación de archivo y de mesa, comprendía una gaveta de 40 cm., en una Comisión de 50 metros cuadrados.

 

Dividir es crecer. Eso ha hecho Sánchez. En su afán de controlar la información de los demás ha implantado, no se sabe, si una dictadura, un capitalismo salvaje o un socialismo oportunista.

 

Por ello, hay que evitar que sujetos con tales vicios asuman un puesto y socaven el futuro de una nación, ahogada de libertades y oportunidades para todos. La patria no es de unos pocos.

 

¿No es verdad que es la vera esfinge de los Castros?


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