por Richard Roselló
Periodista Independiente
26 de abril de 2011
Foto: Elizardo Sánchez Santa Cruz
Una amarga realidad que aprendí con el tiempo fue interpretarlo. Cuando Elizardo Sánchez Santa Cruz, detectaba un agujero de descontento entre sus trabajadores le bajaba las fauces con una dosis de cálida demagogia. Su tacón de Aquiles es el aumento del sueldo. Con 60 CUC de paga mensual, “sobran”, pronostica el estadista sin vacilación.
Bárbaro, un antiguo colaborador, de la Provincia de Camagüey, pecó de ingratitud y no por falta de consejo. Se quejaba que Elizardo lo forzaba costear los intereses de la Comisión, del propio salario. Pero su reclamo era tan obvio como tan definitivo: jamás lo volví a ver.
La mezquindad a que llegaba Sánchez fue llenando la copa. Violaciones, lucros, abusos, explotación, falsedades, extorsiones, espionaje, estafas; Sánchez un agente, y la Comisión: son una historia que daba excelentes textos ¿A que habrá que esperar?, me pregunté.
Aquel héroe que admiré desde el 2003, por su valentía e inteligencia, era lo contrario a lo que imaginaba. Si mi idea fue escribir sobre su vida, hazañas y aportes, me equivoqué de nuevo. Ahora digo, que más patriota y menos patrioteros es lo que necesita Cuba.
Reconozco además, que su tesis cobre la reconciliación es el mejor camino, sino el único de nuestros destinos. La comparsa politiquera que hoy caracteriza a los medios informativos de ambas partes, son como un himno nacional… que ensordece y ensombrece la otra realidad, sino la del diálogo abierto, directo y urgente.
La imperfección humana es tolerante. Permisible cuando no equivocamos. E incluso reconciliatoria si acertamos bajar la cabeza. El tiempo es un bálsamo que no siempre lo cura todo, aunque en ocasiones, hace milagros. Tampoco podrá curar la ingratitud. La corrupción y la codicia por encima de esas páginas sobre los presos políticos, la oposición y el exilio a la cual le he entregado en más de una década.
Esto pudiera parecer un arranque de cólera de alguien herido, y no es así. Tampoco estas líneas están enfiladas contra la mayoría. Sino contra quien representa esa mayoría. Alguien que ha sido un espejo de nuestro trabajo.
Recuerdo ahora que muchos emigraron a los exilios, traicionados y obligados por sujetos similares. Separarlos de su patrimonio histórico, de las raíces familiares y sus tradiciones y costumbre, ha sido doloroso. Pero esos jamás rindieron. Ahí están. Vivos, triunfantes, emprendedores y soñadores.
Desde que comenzaron a aparecer estas notas volantes no me han faltado las críticas enconadas ni las difamaciones bullangas. Las intimidaciones verbales viajan por las líneas del teléfono hasta el Internet, retorcidas por un grupo de desesperados o por alguien que se presta a servir de mensajero del diablo. Ya van dos detenciones arbitrarias, la ultima el pasado 31 de marzo. Me han hecho saber que ve vigilan diariamente. ¡Lo sé! Con la apología del chantaje, presionan a los pocos que me rodean. ¡También lo sé! Amigos de muchos años, me han tirado la puerta en la cara, y poco me importa. Me amenazan con la Ley 88 y cualquiera otra que inventen…. Deberán entender estos politicastros que la verdad no se halla en el rencor; la razón no se encuentra en el odio. Ustedes no acaban de entender que su “niño mimado”, apellidase, Sánchez, no me dio otra salida.
Un clímax de intoxicación rodeaba una y otra vez a Santa Cruz y su Comisión. De mi computadora, puesta al servicio de ese movimiento, se fueron perdiendo documentos que guardaba celosamente confiando en la seguridad del lugar. En verdad no tenía otro sitio. Mis conversaciones privadas con Pacheco fueron deletreadas verbalmente por la policía secreta buscando en mí, una reacción de colaboración. Se equivocaron. Negarme me ha costado detenciones, resquebramiento de la salud, abandonar varios alquileres de casa, ser castigado con multas, amenazas y detenciones, hasta el aislamiento de los periodistas independiente y de las páginas digitales para que no se me publique.
Pero Sánchez se creyó predestinado a dominarme. Obligarme en mis deberes que cumplía cabalmente. Una amenaza latente insinuaba que podía perder mi trabajo y las buenas relaciones. Fue cuando le pedí vacaciones y que me pagara el tiempo por los años laborando sin tomarla, pero se negó rotundamente. Como para ganar tiempo, me pidió que se lo diera por escrito; y que iba a contestarme. Todavía espero una respuesta.
Descubrí en aquel instante que negarse al derecho jurídico del descanso es un atentado contra los derechos.
Pero del diablo nada me asombra. Por ello a uno poco le extraña que quienes deben, sean los mismo quien lo violen.
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